jueves, 2 de abril de 2020

Coronavirus (23)

Hoy no voy a comentar ninguna noticia, sino que voy a poner por escrito unas reflexiones que he comentado con mis compañeros de reclusión domiciliaria. Reflexiones sobre este asunto del Covid-19, por supuesto.
En primer lugar, lo que hace que esta pandemia esté generando tanto impacto es, precisamente, por la cobertura informativa que se le está dando. Ojo, que no digo que no sea serio, pero es que en el mundo actual todo se sabe al instante, en todas partes. Poniendo las cosas en perspectiva, ha habido pandemias peores, muchísimo peores. Veamos, tomando datos de Wikipedia.
A mediados del siglo XIV, la peste negra mató a unos veinticinco millones de personas (según los cálculos más optimistas, es decir, tirando por lo bajo) en Europa, con un punto máximo de un lustro (de 1.347 a 1.353). Actualmente viven en Europa unos setecientos cincuenta millones de personas. Para alcanzar la misma tasa de mortalidad deberían fallecer doscientos cincuenta millones, al menos; a día de hoy, los muertos confirmados en el mundo no llegan a cincuenta mil. Aunque fueran diez veces más, incluso cien o mil, estaríamos todavía muy lejos de lo que ocurrió hace setecientos años. Y hoy se confía en alcanzar el pico en seis meses, no en seis años.
Otro caso, la pandemia de gripe de 1918, la mal llamada gripe española. En un año mató a unos cuarenta millones de personas, aproximadamente un dos por ciento de la población mundial. No he podido encontrar datos de la población mundial en esas fechas, pero según Wikipedia se estima que entre un tres y un seis por ciento de la población mundial murió. Es decir, que con 7.775.070.347 personas en el momento de escribir estas líneas, morirían entre ciento cincuenta y cuatrocientos sesenta y seis millones de personas en dos años. Seguimos estando muy lejos de esas cifras.
Otro extremo es la gente a la que el Gobierno español está cabreando. Quizá no se den cuenta, o no quieran hacerlo, pero creo que el cabreo existe. No se manifiesta, más allá del ciberespacio, porque los españoles somos disciplinados -o cobardes- y, salvo estúpidos -que siempre los hay- estamos respetando el mandato de mantenernos en casa y salir lo menos posible (yo mismo, hace un par de días, salí a hacer compra para dos semanas, con lo que acabé con el carrito hasta los topes, dando la imagen que pretendía evitar: la de un neurótico que estaba preparándose para la Tercera Guerra Mundial, o poco menos). Y hay muertos de por medio. Muchos muertos, quizá más de lo que las cifras oficiales reconocen.
Lo cual me lleva al último punto de esta entrada, que es lo blandita que tienen la piel la izquierda y los librepensadores. No solo los políticos, sino también la gente de a pie. Tengo conocidos, gente a la que respeto y aprecio, que se molestan si se critica al Gobierno, se hacen chistes sobre la pandemia -eh, que somos españoles… nos reímos de todo- o se es demagógico. Y los de derechas procuramos callarnos en presencia -real, virtual o telemática- de esas personas, no porque pensemos que tienen razón o porque su postura es la correcta, sino porque les apreciamos y valoramos más tener una buena relación con ellos que cantarles las cuarenta en bastos. Si criticamos a Sin vocales, o hacemos coñas a su costa, no es porque el personaje nos caiga mal, como he llegado a oír aplicar por alguien cercano a otro alguien igualmente cercano. En mi caso, Pierre Nodoyuna está mucho más allá de caerme mal: simplemente, pienso que es un inútil y mala persona. Por eso puse en Twitter y en Facebook el hashtag de #YoCriticoAlGobierno, aunque no parece haber tenido mucha difusión
En cualquier caso, habría que verles, y sobre todo que oirles -es un decir, ya les hemos visto: Guerra de Irak, Prestige, 11-M…- si gobernara la derecha.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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