Hoy
no voy a comentar ninguna noticia, sino que voy a poner por escrito unas
reflexiones que he comentado con mis compañeros de reclusión domiciliaria.
Reflexiones sobre este asunto del Covid-19, por supuesto.
En
primer lugar, lo que hace que esta pandemia esté generando tanto impacto es,
precisamente, por la cobertura informativa que se le está dando. Ojo, que no
digo que no sea serio, pero es que en el mundo actual todo se sabe al instante,
en todas partes. Poniendo las cosas en perspectiva, ha habido pandemias peores,
muchísimo peores. Veamos, tomando datos de Wikipedia.
A
mediados del siglo XIV, la peste negra mató a unos veinticinco millones de
personas (según los cálculos más optimistas, es decir, tirando por lo
bajo) en Europa, con un punto máximo de un lustro (de 1.347 a 1.353).
Actualmente viven en Europa unos setecientos cincuenta millones de personas. Para
alcanzar la misma tasa de mortalidad deberían fallecer doscientos cincuenta
millones, al menos; a día de hoy, los muertos confirmados en el mundo no llegan
a cincuenta mil. Aunque fueran diez veces más, incluso cien o mil, estaríamos
todavía muy lejos de lo que ocurrió hace setecientos años. Y hoy se confía en
alcanzar el pico en seis meses, no en seis años.
Otro
caso, la pandemia de gripe de 1918, la mal llamada gripe española. En un
año mató a unos cuarenta millones de personas, aproximadamente un dos por
ciento de la población mundial. No he podido encontrar datos de la población
mundial en esas fechas, pero según Wikipedia se estima que entre un tres y un
seis por ciento de la población mundial murió. Es decir, que con 7.775.070.347
personas en el momento de escribir estas líneas, morirían entre ciento
cincuenta y cuatrocientos sesenta y seis millones de personas en dos años. Seguimos
estando muy lejos de esas cifras.
Otro
extremo es la gente a la que el Gobierno español está cabreando. Quizá no se
den cuenta, o no quieran hacerlo, pero creo que el cabreo existe. No se
manifiesta, más allá del ciberespacio, porque los españoles somos disciplinados
-o cobardes- y, salvo estúpidos -que siempre los hay- estamos respetando el
mandato de mantenernos en casa y salir lo menos posible (yo mismo, hace un par
de días, salí a hacer compra para dos semanas, con lo que acabé con el carrito
hasta los topes, dando la imagen que pretendía evitar: la de un neurótico que
estaba preparándose para la Tercera Guerra Mundial, o poco menos). Y hay
muertos de por medio. Muchos muertos, quizá más de lo que las cifras oficiales
reconocen.
Lo
cual me lleva al último punto de esta entrada, que es lo blandita que tienen la
piel la izquierda y los librepensadores. No solo los políticos, sino también la
gente de a pie. Tengo conocidos, gente a la que respeto y aprecio, que se
molestan si se critica al Gobierno, se hacen chistes sobre la pandemia -eh, que
somos españoles… nos reímos de todo- o se es demagógico. Y los de derechas
procuramos callarnos en presencia -real, virtual o telemática- de esas
personas, no porque pensemos que tienen razón o porque su postura es la
correcta, sino porque les apreciamos y valoramos más tener una buena relación
con ellos que cantarles las cuarenta en bastos. Si criticamos a Sin vocales,
o hacemos coñas a su costa, no es porque el personaje nos caiga mal, como he
llegado a oír aplicar por alguien cercano a otro alguien igualmente cercano. En
mi caso, Pierre Nodoyuna está mucho más allá de caerme mal: simplemente, pienso
que es un inútil y mala persona. Por eso puse en Twitter y en Facebook el hashtag de #YoCriticoAlGobierno, aunque no parece haber tenido mucha difusión
En
cualquier caso, habría que verles, y sobre todo que oirles -es un decir, ya les
hemos visto: Guerra de Irak, Prestige, 11-M…- si gobernara la derecha.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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