Si
en la entrada de ayer correspondiente al COVID-19 me planteaba si vamos caminos
de convertirnos en la primera monarquía (de momento) bolivarianizada de Europa,
en ésta contemplo otras medidas del Gobierno, previas al confinamiento, que dan
también bastante que pensar.
La
primera fue el rumor que empezó a circular de que se podría subir el IVA del
21 al 23%. Este rumor no nació de fuentes gubernamentales, sino de los cálculos
de un analista económico, que se molestó en estudiar las cuentas presentadas a
Europa: si pretende alcanzar los elevados niveles de gasto que han anunciado (y
ya sabemos que en esto siempre se quedan cortos) y cumplir, a su vez, los
compromisos con Bruselas, al ejecutivo de Sin vocales no le va a quedar
más remedio que incrementar la fiscalidad del impuesto indirecto.
Pero
es que, por otra parte, los planes neocom -que saben de economía lo
mismo que un servidor de física cuántica, o incluso menos aún- sobre las subcontratas puede suponer aumentos insostenibles en los costes de hasta un sesenta
y tres por ciento: es decir, que lo que antes costaba tres, ahora costaría
cinco. Como de costumbre, los comunistas ven al empresario como a un malvado
que lo único que quiere es despedir trabajadores, sin tener en cuenta que el
dinero que arriesga el empresario es suyo, no de papá Estado (que
tampoco tiene dinero propio, sino que nos lo quita a los ciudadanos). Y si tiene
que elegir entre hacer él un trabajo o subcontratarlo al mismo precio, optará por
lo primero (¿qué gana, haciendo lo segundo?) si es que puede afrontar el
trabajo, con lo que la empresa subcontratista se quedará sin nada que hacer.
Otra
muestra del (nulo) ojo clínico de la izquierda en materia de economía. Que se
lo digan a Cuba, Venezuela y Corea del Norte…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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