Prácticamente
no ha pasado un solo día en esta crisis de salud que nos aflige en el que el
Gobierno no haya sido pillado en un renuncio, en una equivocación o, para no
andarnos con paños calientes, en un embuste del tamaño del Teide.
Y
da lo mismo que el ninistro que hable sea socialista, comunista o
independiente; da igual que sea hombre o mujer; da igual que sea homosexual o
heterosexual; da igual que tenga carrera universitaria o sea un tuercebotas. Da
igual: todos mienten, sin que se les caiga la cara de vergüenza, sin que se les
mueva un pelo de las ceja, sin que les de la risa floja. Todos mienten.
Mienten
en España, y mienten fuera. Quizá, como las ideologías que les dirigen y a las
que parecen supeditar todos sus actos, sigan anclados en el siglo XIX, y
piensen por tanto que los españoles son incultos, no saben idiomas y no tienen
más medio de enterarse de lo que ocurre en el extranjero que los comunicados
oficiales.
Porque,
si no, la verdad, no le veo explicación a que la titular de Exteriores -sí, esa
que en un alarde de retroprogresismo, vino a decir que era perfectamente
lógico que Sin vocales dijera que Juan Guaidó era, al tiempo, jefe de
Estado legítimo de Venezuela y líder de la oposición- diga en la BBC que España
ha aplicado el modelo surcoreano. O estaba mintiendo deliberadamente o
tenía el mapa al revés, porque si a algún modelo coreano se parece lo
que está haciendo el Gobierno español es el que rige los destinos al Norte del
Paralelo 38, y no al del Sur.
Por
ello, y por mucho más…
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