Que
el Gobierno que tenemos la desgracia de padecer está lleno de miserables era
algo que bastantes de nosotros (aunque no los suficientes, a lo que parece) teníamos
bastante claro. Al modo del perro del hortelano -sólo que con muertos-, no
hacen una a derechas y encima ponen la zancadilla, al tiempo que denigran y
niegan sus logros, a aquellos que sí intentan poner remedio a la situación.
Es
el caso de la Comunidad de Madrid, cabeza de lanza de la oposición a los
desmanes socialcomunistas, tanto por el discurso como por la vía de los hechos.
Tan bien lo están haciendo Isabel Díaz Ayuso -ésa a la que el becario ubicuo
pensaba que se iba a merendar dialécticamente y que le dio un repaso tal que
se le debieron quitar las ganas de volver a la asamblea legislativa madrileña
(esa en la que iba a permanecer cuatro años, y no duró ni cuatro meses)- que en
el decreto por el que se establecía el estado de alarma -tarde, mal y poco-, el
Gobierno de Sánchez plagió medidas adoptadas por la Comunidad de Madrid.
Se
ve que ya con la tesis le cogió el gusto a copiar el trabajo de otros, y que le
cuesta dejar esa costumbre.
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