Cuando
este Gobierno decía una cosa y al día siguiente la contraria, pero nuestra vida
diaria no se había visto drásticamente alterada, la verdad es que no le dábamos
una gran importancia. Al fin y al cabo, es lo que cabe esperar de los políticos…
especialmente si son del Partido Socialista Obrero Español, perito en
rectificaciones y doctor en cambios de opinión, con un máster en giros
copernicanos.
Sin
embargo, ahora las cosas son distintas. No porque el Gobierno siga cambiando de
opinión con más frecuencia que Junior de chaqueta -iba a decir que para
eso tampoco hay que correr demasiado, pero en los últimos tiempos parece que al
Chepas le ha dado por vestir americanas… americanas que, como suele
ocurrir con los políticos españoles de izquierdas, parecen de cualquier talla
menos de la que le correspondería-, que eso sigue haciéndolo, sino porque
nuestra vida se ha visto drásticamente alterada. Y, en gran parte, por culpa de
la desidia criminal del gabinete socialcomunista.
Dctr
Snchz
apareció en las pantallas de los televisores españoles -no sé si en la del mío,
puesto que hace mucho tiempo que no pongo la tele para ver informativos, y
mucho menos si el que aparece es Pierre Nodoyuna- proclamando que habían
comprado test (para detectar la infección por Covid-19) fiables y homologados. Como dijo un chiste a toro pasado, lo dijo tantas veces y de
tantas maneras que no podía sino tratarse de una trola.
Y
así fue, porque los tests en cuestión tenían una fiabilidad del treinta por
ciento -lo cual es como decir que fallaban más que una escopeta de feria, es
decir, que no servían para nada-, y para remate China señaló que el Ministerio
de Sanidad los había adquirido a una empresa sin licencia. El problema fue
cuando la titular de Exteriores quiso salir a arreglar la cosa diciendo que hay intermediarios que nos ofrecen gangas y luego no lo son. Evidentemente, la
señora González Laya hizo novillos el día que dieron la lección de que el que
compra barato, compra dos veces.
Mientras,
en una nueva muestra del descontrol que impera en el gabinete ministerial, el
titular de Sanidad aseguró que compraron en España los tests defectuosos; literalmente,
a un proveedor de confianza nacional.
La
aclaración de Moncloa fue casi peor. Dijeron -el veintiséis de Marzo- que el Gobierno
inició hace varias semanas los contactos con varias empresas para la
adquisición de test diagnósticos. Para mí, la palabra clave aquí es varias.
¿Cuántas semanas son varias? Una no, eso está claro; dos, quizá, pero
más probablemente tres o más. Tres semanas son, redondeando, veinte días.
Veintiséis menos veinte son seis. Es decir, que el seis de Marzo, si no antes,
el Gobierno ya se estaba moviendo para la adquisición de los tests de marras.
¿Por qué, si según los expertos, el Covid-19 no iba a afectar a España
más allá de unos pocos casos? Y si es verdad que no lo sabían, y que
todo esto les ha pillado por sorpresa… ¿por qué gestionar esa compra? De la
negligencia criminal parece estarse pasando al silencio homicida.
Y
mientras, fuentes gubernamentales aseguran que el titular de Sanidad está
superado, que le queda grande el papel de ministro responsable de una
emergencia sanitaria porque él no estaba destinado a esto, porque en el
reparto de carteras (atentos a esto: reparto, no asignación; es decir,
no vemos a quién ponemos a cargo de, sino qué le damos a cada cual) a Illa
se le guardó la maría, la cartera de Sanidad, que no tiene competencias
y con el objetivo de darle visibilidad y rodaje como posible candidato del PSC
en el futuro.
Así
las cosas, quitaron a Illa, que es filósofo, y pusieron a cargo de las compras
a Montero, la ministra de Hacienda, que es… médico. Según las fuentes
gubernamentales, sabe lo que hace, y está haciendo un papel brillante
en la compra de material.
Francamente:
que a los españoles tenga que aliviarnos que la Montero que sustituya al
filósofo sea la portacoz y no la ministra de Da lo mismo demuestra
el bochornoso nivel de este Gobierno.
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