Uno
de las cantinelas más repetidas por este desgobierno que nos aflige, sus voceras
en los medios de comunicación y aquellas personas bienintencionadas (o así
quiero considerarlas) que creen a unos y a otros, es que lo que ha sucedido era imprevisible. Algo que, como se verá, parece que es falso (por otra parte, de
lo más natural: lo raro de un desgobierno socialcomunista presidido por un
mentiroso compulsivo es que diga algo que coincida, siquiera tangencialmente,
con la realidad).
Porque
resulta que, en Diciembre de 2.019 -es decir, al menos diez semanas antes del
fatídico 8 de Marzo, que fue cuando, según todos los indicios, se echó gasolina
a la chispa-, Taiwán avisó por escrito a la Organización Mundial de la Salud de
la presencia del coronavirus en Wuhan, y
la alerta fue ignorada. ¿Por qué? ¿Quizá porque su director es de ideología marxista, es amigo de China (la popular, no la otra, que diría José Luis Pérez)
y ya fue acusado de ocultar las epidemias de cólera, lo que le volvería
reincidente?
Porque
en Febrero de este año, Francisco Rivera, que no creo yo que tenga precisamente
estudios de Biología, Medicina o epidemiología, ya dijo públicamente que pensaba
que lo que se nos venía encima iba a ser de padre y muy señor mío. Y se le tomó
a risa, y se le puso a caer de un burro. Y cuando, a mitad de este mes, en el
mismo programa en que dijo lo que dijo, se recordaron sus palabras, la
presentadora -esa de labios que, si no están recauchutados, lo parecen-, en
lugar de reconocer que ella estaba equivocada, o al menos en un error, lo que
hizo fue llamar Nostradamus al torero.
Porque
a finales de Febrero, en su programa de televisión, Pablo Motos advirtió de que
eran necesarios test masivos para afrontar lo que se nos venía encima… y le pusieron
a caer del mismo burro que a Paquirri hijo. Es decir, que Sin vocales
tuvo que saberlo, y calló, o no lo sabía, y es un inútil (vale, observación
retórica).
Por
ello, y por mucho más…
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