Hubo un tiempo en que los
políticos lo fiaban todo a la gestión. Después, hará unos sesenta años,
empezaron a fiarlo todo a la imagen. El caso de las elecciones presidenciales estadounidenses
de 1.960, en la que ninguno de los dos candidatos era precisamente trigo
limpio, pero en la que uno tenía mucho mejor aspecto que el otro, es
paradigmático.
En España, las cosas han
oscilado. Recordemos que uno de los factores que contribuyeron al éxito del
PSOE a principios de los años ochenta del pasado siglo era la juventud y
-decían- atractivo de su entonces líder. A contrario sensu, de su sucesor en la
presidencia del gobierno decían que era bajito y sin carisma. Y aun así ganó
dos elecciones seguidas, la segunda por mayoría absoluta.
Pero cuando las cosas se han
salido definitivamente de madre ha sido con el psicópata de la Moncloa, un
cortoplacista a la máxima potencia, alguien que funciona a base de (pretendidos)
golpes de efecto, un producto de mercadotecnia (iba a decir marketing,
pero he recordado a tiempo el equivalente en español) respaldado por una
ambición sin límites y una absoluta falta de escrúpulos, capaz de apoyarse en
cualquiera para alcanzar sus fines.
Fines que, al fin y a la postre,
se reducen a uno solo: seguir ostentando el poder. Para ello hará lo que sea y
prescindirá de quien haga falta, aunque sea de quienes le han llevado hasta
donde está o han tragado carros y carretas en su nombre.
Aunque, como dijo Abraham
Lincoln, puedes engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero
no puedes engañar a todos siempre. Así que la venda empieza a caerse de los
ojos de quienes creyeron en sus proclamas -algunos nunca las creímos, por lo
que nunca tuvimos una venda que nos impidiera verle como lo que realmente es:
uno de los mayores peligros actualmente, si no el mayor, para la democracia en España.
Y mes y medio después de la crisis
del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer -un
consejo de ninistros que es una crisis en sí mismo, un desastre, una
calamidad, las diez plagas de Egipto en una… o en veintitrés-, el PSOE seguía sin remontar en las encuestas, y la posibilidad de un gobierno de coalición
entre PP y Vox era cada vez mayor.
Eso, si la derecha no hace como
acostumbra y acaba fastidiándolo todo, claro está.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!