Y antes de que nos demos cuenta, ha pasado otro año y toca hacer balance. Para empezar, me han leído desde cuatro nuevos países -lo que deja el total a sólo uno del medio centenar-, lo que me lleva a preguntarme quién demonios me leerá en Uzbekistán, Indonesia, Moldavia o Turquía.
He vuelto a batir el récord de
entradas por año -la Covid-19 y Cataluña han ayudado bastante-, pero no alcanzo
el millar -lo cual, en cierto modo, es bueno, pues indica una cierta vuelta a
la normalidad; claro, que igual es malo, porque indica que nos vamos acostumbrando
a la situación-, y ni siquiera llego a novecientas.
En cuanto a las series, le he
dado un empujón -empujón que probablemente tenga como consecuencia el que la serie se pare durante
bastante tiempo- a la de Psicología del Octavo Pueblo, y he comenzado (¡por fin!)
la de los rótulos escritos en tengwar o argenthas. De hecho, la primera entrada de
verdad debería aparecer en unas horas.
Como casi siempre me ocurre, la
cosa ha consistido, básicamente, en ponerme a ello. Según escribo me viene a la
mente el modo churchilliano de hacer las cosas, según una biografía que
leí del político británico, en la que refiere cómo, en la década de los veinte,
consiguió la habilitación profesional necesaria para poder hacer trabajos de
albañilería.
¡¡¡FELIZ 2.022!!!