Entre los muchos y muy curiosos principios que los de la mano y el capullo se aplican a sí mismos está el de que, en época de campaña electoral, los procedimientos judiciales deben detenerse para no influir en los resultados electorales.
Naturalmente, esta regla sólo se la aplican cuando
son ellos los afectados. Y, naturalmente, lo hacen porque saben que son más
culpables que el pecado -si fueran inocentes, no tendrían nada de qué preocuparse-,
y temen que sus votantes no afiliados -los afiliados tragan con lo que
sea, del terrorismo de Estado al latrocinio organizado- puedan sentirse tentados
de no votarles.
Por eso, nada tiene de extraño que, cuando
las actuaciones judiciales empezaron a cercar a la pareja del psicópata de la Moncloa, este
enviase una nueva epístola a sus adefesios en la que acusaba al juez de condicionar
la campaña de las elecciones europeas, mientras que sus corifeos del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer Achacaban al juez el actuar con mala fe porque,
según ellos, en campaña las actuaciones se ponen en stand-by.
Es como cuando no se llamó a declarar presencialmente a Felipe González por el caso de los GAL para no estigmatizarle. No tuvieron tantos miramientos con Mariano Rajoy veinte años después…
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