No soy madridista -salvo de rebote-, pero he de reconocer que el Real Madrid es un club a respetar. No sólo por su palmarés, inigualable, sino porque ha tenido dos presidentes -Santiago Bernabéu y Florentino Pérez- que han sido adelantados a su época, visionarios. Sería difícil decir cuál de los dos es más importante: probablemente quien da nombre al estadio, puesto que fue él quien puso las bases sobre las que Florentino ha edificado -nunca mejor hecho el chiste, puesto que se trata del directivo de una constructora- el éxito actual de la entidad.
Naturalmente, el éxito suscita envidias,
tanto dentro como fuera de España. Pero para hacer críticas hay que tener un
mínimo de dignidad, y palparse las ropas antes de abrir la boca. Que el Bayern
de Múnich acuse al Real Madrid de reventar el mercado por el fichaje de
Mbappé, y diga que es el clavo en el ataúd del fútbol es casi un
sarcasmo.
Primero, porque el fichaje le ha salido gratis al Madrid: el francés ha terminado su contrato, no ha renovado y se ha mudado de la ciudad de la luz a la Villa y Corte. No se ha producido una millonada en el desembolso, como ocurre en el caso de los llamados clubes-estado, tipo Manchester City o Paris Saint Germain. Y, además, la crítica viene de un equipo que, por lo que tengo entendido, históricamente se ha dedicado a fichar a las figuras de la competencia, con lo que no es extraño que hasta un técnico sobrevalorado como Pepito Colonias consiguiera éxitos allí.
Aunque no lograra igualar el triplete de su predecesor.
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