Los socialistas españoles no sólo son capaces de afirmar casi simultáneamente una cosa y la contraria. También son especialistas en decir una cosa y realizar la diametralmente opuesta. Eso sí, siempre y en todo caso siguiendo la máxima de su fundador, hacer lo que sea para alcanzar su objetivo, que no dijo explícitamente, pero que siglo y medio de historia ha demostrado que es detentar el poder tanto tiempo como sea posible.
Tras su retiro espiritual de cinco
días, el psicópata de la Moncloa anunció su voluntad de acometer una serie de
medidas para, dijo, regenerar la democracia. Mal puede regenerarla quien
ha permitido que degenere (y es, por tanto, responsable), pero vamos a dejar
eso aparte.
Lo que quiere el desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer es tener en sus manos todos los resortes
del poder. Y casi el único que les queda es el llamado órgano de gobierno de
los jueces -en otros tiempos tan, con razón, vilipendiado por la opinión
pública y hoy último valladar de las libertades contra la ola autocrática que
viene de Moncloa-, contra el que dirigen ahora toda su artillería.
El psicópata asegura que, viendo lo que
pasa en otras partes de Europa, sí que podríamos eliminar la facultad de nombrar a los magistrados del Tribunal Supremo, vaciando así de competencias el
Consejo General del Poder Judicial y derivándolas al Ministerio de Justicia.
Mucho más democrático, claro que sí.
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