Existen dos clases de delincuentes: los que lo hacen por necesidad, y los que lo hacen por maldad. Sin ánimo de prejuzgar, si en un delincuente se aprecia premeditación y reincidencia, uno puede colegir que se trata de una mala persona.
Dicho lo cual, si resulta que una persona solicita
la elaboración un software para la entidad para la que trabaja, y a la semana de solicitarlo crea una sociedad a nombre de la cual pondrá el programa en
cuestión, resulta fácil pensar que era algo que tenía decidido desde un
principio, y no una ocurrencia a salto de mata.
Pues no: fango, bulos e insidias.
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