En su huida hacia adelante -probablemente para no ver lo que tienen detrás-, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer -léase, el psicópata de la Moncloa que lo preside- parece dispuesto a enfrentarse con todo y con todos, si eso le concede un instante de respiro.
La penúltima, a finales del mes pasado, fue
abrir otro conflicto diplomático, esta vez con Italia, al tachar de fascista
a su primera ministra, Georgia Meloni.
A ver, que ya sabemos que para el giliprogrerío,
fascista es cualquiera que no piense como ellos (¡si hasta han llamado fascista
a la banda terrorista de ultraizquierda… cuando les convenía que pareciera
que no pensaban de consuno!). Pero alguien debería explicarles que, sobre ser
el fascismo una ideología de izquierdas -por más que se desgañiten las
izquierdas identificando fascismo y extrema derecha-, llamar fascista a
un italiano (que no lo sea) es casi tan malo como llamar nazi a un
alemán (que no lo sea).
Espera… si esto último ya lo hicieron, en sede europarlamentaria.
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