domingo, 30 de junio de 2024

Los hechos son los que son

Con las leyes de desmemoria histérica y antidemocrática, los de la mano y el capullo y todos sus conmilitones -comunistas, terroristas, separatistas… lo mejorcito de cada casa, vamos- pretenden (no es una novedad) lo contrario de lo que proclaman: esto es, condenar al olvido lo que realmente ocurrió.

Y lo que ocurrió realmente fue que la segunda república española se proclamó, como la primera, ilegal e ilegítimamente. Lo que ocurrió fue que se elaboraron normas que dejaban, o buscaban dejar, fuera del juego político a quienes no comulgaban con las ideas de quienes detentaban el poder. Lo que ocurrió fue que los progresistas estaban en contra de conceder el voto a las mujeres, y así lo sostuvieron en las Cortes. Lo que ocurrió fue que las izquierdas montaron una revolución cuando el pueblo, libre y democráticamente, optó por la alternancia política y votó mayoritariamente a la derecha. Lo que ocurrió fue que, una vez vueltos al poder, amnistiaron a los golpistas y proclamaron que buscaban la guerra civil para así acabar de una vez con todas con sus rivales (vale, a partir de para es una elucubración, pero apuesto duros contra pesetas a que no voy muy desencaminado). Lo que ocurrió fue que perdieron esa guerra porque pasaban más tiempo enfrentándose unos con otros que oponiéndose al enemigo.

Perdida la guerra, se juzgó a los perdedores. A algunos se los condenó a muerte. Algunas penas de muerte se conmutaron, otras se ejecutaron. Algunos de los ejecutados no merecían, quizá una pena tan severa; otros habían cometido, inducido u ordenado crímenes tan atroces (sí, estoy pensando en Luis Companys) que en aquella época no cabía otra cosa que ejecutarlos.

Ahora, las normas que cito en el primer párrafo, y otras de ese jaez, declaran nulas las resoluciones judiciales condenatorias. Suponiendo que dicha declaración fuera correcta, ¿de qué les sirve a los condenados, si la mayoría han muerto ya, incluso los que sólo fueron condenados a penas de prisión?

Pues eso mismo: Maleni Álvarez fue una mala ministra de Fomento, una mala consejera de lo que fuera en la Junta de Andalucía y, para resumirlo, una choriza (aunque no se llevara personalmente ni un euro). Y lo será, y lo seguirá siendo, por mucho que un Tribunal Constitucional prostituido -más que de costumbre-, encabezado por un jurista miserable y sectario, la libre de su condena por el caso de los ERE.

Dicho queda.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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