Cuando sale a relucir el tema de Begoña Gómez, una cosa es lo que dice el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, y otra es cómo se comportan.
Porque podrán decir que todo es barro, bulo y
balacias (perdón, falacias), pero el hecho es que no desmienten ni una sola de
las acusaciones que se lanzan contra ella. Porque, cuando se ha sabido que
figura como investigada en un caso (que, si no me equivoco, es el eufemismo
actual para el antiguo imputado), dicen que la doctrina es que se archive.
¿Qué doctrina? ¿De quién? Porque, en España, la jurisprudencia no es fuente de
Derecho, ni tampoco vinculante. Y, además, el investigado tendrá que ser
inocente, digo yo.
Luego están los alegatos del ministerio
público, que el psicópata de la Moncloa ha convertido en uno privado a su
servicio, que más vale que se los callaran, porque lo de que la susodicha no utilizó su condición de esposa del presidente del gobierno no se lo cree ni
el más zote de los votantes de los de la mano y el capullo... que ya es decir. ¡Pero si es lo
único relevante de su currículo!
Para rematarlo, llega Francisco Nadie, más corto que el rabo de una boina, y la define como la presidenta del gobierno. ¿Equivocación… o lapsus?
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