Oír a un socialista -más aún de los actuales, y más todavía al psicópata de la Moncloa- hablando de honestidad es, como suele decirse, si la Pompadour se pusiera a pontificar sobre castidad.
Por eso, habrá quien se crea al primer
ministro del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer
cuando dice que su mujer es una profesional honesta. En primer lugar,
nadie ha hablado de la honestidad de la hija del propietario de saunas
homosexuales: lo que se pone en duda (es un decir: algunos estamos bastante
seguros de su inexistencia) es su honradez. En segundo lugar, profesional… ¿de
qué?
Por otra parte, el que se oculte de cualquier excusa -el fango, Milei, Palestina… lo que sea- para evitar responder directamente sería un indicio bastante estridente de que tiene algo deshonesto que ocultar.
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