Hace poco más de veinte años, en dos veranos consecutivos, hice con mi hermano pequeño y un amigo sendos viajes en coche por Europa. En ambos casos pasamos por Alemania y nuestro comentario, mitad en broma, mitad en serio, era Alemania… ¡qué gran país!
No en todo, claro, porque la perfección no
existe, pero en algunas cosas los germanos tienen las cosas muy claras. Hace
unos años, un parlamentario alemán (supongo que de derechas, porque a los de
izquierda la ideología no les deja funcionar la neurona, y eso suponiendo que
la tengan), con ocasión de sesión parlamentaria en la que se votaba una ley
relativa a algo relacionado con eso que llaman el género, dedicó casi la
totalidad de su intervención a citar las cerca de seis docenas de opciones
sexuales que se supone que existen, para acabar señalando (no creo que
sorprendiera a nadie) que votaban en contra de la norma.
Ahora, el gobierno del país ha avanzado en el
veto al lenguaje excluyente (ese que los giliprogres llaman exclusivo),
sosteniendo que profundiza la división de la sociedad. Mientras, en España, los
neocom se han enfadado con los de la mano y el capullo porque estos
últimos han eliminado el Q+ de las siglas NoCHe, según se desprende de
la resolución de la Comisión Federal de Ética y Garantías del partido.
Dejando aparte que es dudoso que en la formación creada por Paulino Iglesias exista algo parecido a la ética, y menos aún a las garantías, si esa decisión profundiza la división en la izquierda… por mí, como si eliminan todo el abecedario.
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