Una cosa es la filantropía, el humanitarismo (humanitario es aquello que beneficia a la humanidad, luego no hay tal cosa como catástrofes humanitarias -si son catástrofes no son humanitarias, y viceversa-, si exceptuamos el caso de que se hunda el techo del salón de reuniones del palacio de la Moncloa o del Kremlin, por poner dos ejemplos), y otra cosa es regalar a manos llenas el dinero que los gobiernos expolian a los ciudadanos y que tanto ha costado a éstos ganar.
Durante décadas, la izquierda meridional europea
ha puesto a los países nórdicos como paradigmas a seguir, como ejemplo de que
la socialdemocracia funciona, como muestra de que hay una alternativa (viable)
al liberalismo económico.
Pero los escandinavos son cualquier cosa
menos tontos (incluidos los de izquierdas), y han acabado viendo que hay cosas
que, lisa y llanamente, son insostenibles. Se han dado cuenta de que no todo el
monte es orégano y en Suecia se han cansado del despilfarro: auditará la ayuda al desarrollo y sólo financiará la que tenga un impacto probado (más allá de
los bolsillos de los políticos involucrados a uno y otro lado de la ayuda, se
entiende). A ver si por aquí abajo toman ejemplo.
Aunque, la verdad, no lo creo.
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