Cuando alguien critica, o acosa, a una figura política de derechas, la izquierda en pleno y el partido de la mano y el capullo en concreto -que, en principio, debería ser más democrático, más de sistema que los comunistas (antiguos, nuevos o recauchutados)-, o bien guardan silencio, o bien defienden a los acosadores: dicen que es jarabe democrático o, en la peor tradición de disculpa de las violaciones, que algo habrán hecho o que lo van buscando.
Pero cuando es un político de izquierdas -y
no digamos ya si es el líder máximo- el objeto de las críticas, entonces las
huestes se movilizan y arremeten contra los acosadores. Y no sólo metafórica o
dialécticamente, sino incluso literalmente.
Este verano, el grito Pedro Sánchez, hijo
de puta se ha convertido, podríamos decir, en la canción del verano:
conciertos, corridas de toros, manifestaciones… cualquier lugar era bueno para
corear esas cinco palabras a voz en cuello.
Pero no en Moncada. Porque allí, un concejal
socialista provocó una pelea en una verbena cuando la gente se puso a gritar lo
de Pedro Sánchez, hijo de puta.
Se ve que éstos entienden la libertad de expresión de aquella manera…
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