lunes, 15 de septiembre de 2025

Ay, mentirosilla

Un malvado, si es inteligente, miente lo menos posible, con mentiras sencillas, fáciles de comprobar y difíciles de rebatir.

Esto es así porque las mentiras son como un castillo de naipes: cuanto más elaboradas son, más probable es que acabe cayendo como… bueno, como un castillo de naipes. Los necios, en cambio, pergeñan mentiras enrevesadas, complicadas de mantener y que se desmienten casi solas. Como suele decirse, se pasan de listos.

Tomemos el caso de la pareja del psicópata de la Moncloa, que está en el banquillo de los investigados por -de momento- cinco delitos. Empezó la semana pasada pidiendo -¡cuánta humildad y modestia, pudiendo exigir por ser quien es!- a la Audiencia de Madrid que evitara que la Unidad Central de Operaciones analizara sus correos electrónicos. ¿Por qué si, como no deja de repetir, no ha tenido ningún comportamiento ilícito?

La cosa siguió con su declaración -y van…- en sede judicial. Durante dos minutos completos contestó sólo a las preguntas de su abogado, y al explicar las funciones de su asesora en la sede del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer dijo que le había prestado ayuda en cuestiones personales, pero sólo como favores excepcionales.

Tan excepcionales como los casos aislados de corrupción en la etapa final del gonzalato y durante todo el sanchato, porque la asesora intercambió un total de doscientos treinta mensajes de correo -pura excepcionalidad- con el vicerrector de la Universidad Complutense donde la hija de Sabiniano tenía, ¡oh casualidad!, su cátedra extraordinaria.

Con razón no quería que se analizaran sus correos electrónicos.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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