Los marxistas, sean extremos o sedicentemente moderados, son congénitamente liberticidas. Básicamente porque nadie, en su sano juicio, elegiría libremente vivir en un sistema en el que imperaran las ideas del vago vocacional.
Lo que pasa es que, sometidos a las reglas de
la aparente democracia, a veces se ven superados por los acontecimientos, en el
sentido de que, creyendo que la gente es tonta, acaban pasándose de listos.
Es lo que ha ocurrido en el Congreso de los
Diputados. Su presidente, Paquita Alcanfor, ha impulsado una reforma del reglamento de la cámara que proclamaba tener como objetivo la libertad de
prensa, cuando en realidad buscaba todo lo contrario: no permitir que los
medios más críticos -y, por lo tanto, más incómodos- con el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer y la coalición Frankenstein
que lo sustenta- tuvieran acceso a la sala de prensa.
Pues les ha salido el tiro por la culata. Pretendiendo
echar a lo que el psicópata y sus corifeos llaman pseudomedios, lo que han conseguido es echar a los pseudomedios de verdad, esos panfletos de
izquierdas, propagandísticos y subvencionados por el poder. Y es que el nuevo
reglamento restringe el acceso, entre otros, a los medios que tienen en
plantilla a menos de diez personas, lo que incluye a La Marea pero no a EDA
TV, por el que se acredita Vito Quiles.
Paradójicamente, este desliz ha propiciado que el panfleto rojo haya dicho, por una vez, una verdad palmaria e incontrovertible: Se podía hacer mal, han elegido hacerlo peor.
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