Tengo que confesar que cuando leí el titular de la noticia -El padre Ángel instala una mezquita en una catedral, generando indignación en los vecinos: está mal mezclar religiones-, se me llevaron los demonios.
Ya está el soplagaitas (por no decir algo más sonoro) del cura éste haciendo
sus chorradas, pensé. Luego me enteré de que no era una verdadera catedral,
sino el edificio que Justo Gallego, con material reciclado y mucha voluntad,
edificó en Mejorada del Campo. Un edificio que, pese a sus dimensiones, la intención
de su constructor y su nombre popular, no es una catedral -ni siquiera una iglesia-
porque no ha sido consagrado. Por lo tanto, el titular es tramposo al cien por
cien.
Dicho lo cual, sólo pido lo de siempre: que
se aplique el principio de reciprocidad, básico en las relaciones de Derecho
Internacional. El día que, en un lugar donde manden, los musulmanes permitan
-no ya a los cristianos, sino a cualquier confesión- orar en un recinto sagrado
islámico, hablamos.
Hasta entonces, que les vayan dando.
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