La Constitución Española de 1.978, y el sistema político de ella dimanante, han demostrado ser mejorables.
Entre otras cosas, porque la norma suprema de
nuestro ordenamiento fue fruto del consenso (maldita palabreja), y porque podría
decirse que todo descansaba en un pacto entre caballeros, en un entendimiento
no escrito pero sí implícito, de respetar no solo la letra de la Ley, sino también
su espíritu.
Pero hete aquí que llegó al poder, primero en
el partido de la mano y el capullo y luego en el gobierno de la Nación, un psicópata
ayuno de escrúpulos y decidido a todo para detentar el poder tanto tiempo como
le fuera posible.
Un sujeto tan desleal que manifestó que
estaba dispuesto a gobernar sin el concurso del legislativo. Un sujeto con
tanta cara dura que declaró que no presentaría un proyecto de ley de
presupuestos generales del Estado porque no estaba seguro de que pudiera
sacarlo adelante.
Se ha hecho, necesario, poner por escrito lo
que antes se sobreentendía. Por eso hay que felicitarse del hecho de que el
presidente del Partido Popular haya manifestado su deseo de cambiar la Ley para que haya elecciones automáticas si se prorrogaran dos veces los presupuestos generales del Estado.
Veremos si, una vez en el poder, pasa de las palabras a los hechos o, como en tantas otras ocasiones, todo queda en agua de borrajas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario