Cuando
acabó la guerra de sucesión española, y tras el tratado de Utrech, el Reino
Unido se hizo con dos enclaves en territorio español: Gibraltar y Menorca. La
isla la recuperamos tres cuartos de siglo después, pero el Peñón sigue en manos
británicas.
A
lo largo de estos trescientos años, los hijos de la pérfida Albión no han dado
un solo paso atrás. Muy al contrario, pasito a pasito, han ido avanzado por el
itsmo. Ocupados como estábamos en nuestras propias preocupaciones, les hemos
dejado. Sólo durante el franquismo, con el cierre de la verja, ese nido de
contrabandistas -si se fumaran todo el tabaco que comercian, además de una de
las rentas per cápita más altas del mundo también tendrían, con certeza, una de
las tasas de cáncer de pulmón más elevadas- empezó a sentir que les faltaba el
oxígeno.
Pero
cometimos (perdón por incluir a todos los españoles, pero los sucesivos
gobiernos nos representan -desgraciadamente- a todos, por más que se esté en
desacuerdo con sus medidas) el error de pensar que con una actitud conciliadora
se podría conseguir más que con firmeza. Primero abrimos la verja, luego Desatinos
accedió a un foro tripartito y ahora la ninistra de Asuntos Exteriores y
Genuflexión se ha reunido, de igual a igual, con el jefe de los contrabandistas.
Como
no cabe suponer que esto lo haya hecho a espaldas de Sin vocales, quien
detenta el poder ejecutivo en España debería comparecer en la sede de la soberanía
nacional para dar explicaciones; y en su defecto, la conferenciante debería
atender la exigencia de PP, Ciudadanos y Vox y aclarar las cosas… si es que
puede o sabe.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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