En
apenas unas horas, hace mes y medio, España (es un decir) pasó de tocar el
cielo con los dedos (es un decir) a pegarse un batacazo morrocotudo (otro… y no
es un decir).
El
día nueve de Julio saltaba la noticia de que Francia apoyaba la candidatura de
la ministra española de Economía, Nadia Calviño, para presidir el Eurogrupo y,
decía el titula, inclinaba la balanza hacia su victoria.
Eso
sería por la mañana, porque por la tarde la noticia era que esa balanza tan
inclinada había dado como vencedor a otro candidato (no recuerdo si un neerlandés
o un irlandés), y España volvía a quedarse, de nuevo, sin ocupar puestos de
primera línea en las instituciones europeas.
Ello
podría deberse a dos factores. El primero, que el desgobierno socialcomunista
que padece España no inspira ninguna confianza al otro lado de los Pirineos, por
lo que ni siquiera los miembros teóricamente solventes (suponiendo que haya más
de una, lo cual es mucho suponer… porque, ahora que lo pienso, no hay uno que
valga un pimiento) tienen ni la más remota posibilidad de ocupar algún puesto
medianamente importante. El segundo, que todo lo que toca Pdr Snchz lo
gafa, como ocurría con zETAp (recordemos, del referéndum en Francia sobre la
constitución europea hasta Schroeder, pasando por Segoléne Royal).
O,
más probablemente, a una combinación de los dos.
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