La
estulticia de las hordas giliprogres está alcanzando niveles que cabría
considerar como difícilmente superables pero que, sin lugar a dudas, serán
superados a no mucho tardar.
Halle
Berry, una de las pocas actrices que puede presumir de tener un Razzie y un
Óscar (y de tener el suficiente sentido del humor como para haber ido a recoger
el primero), ha tenido que renunciar a interpretar a un personaje transgénero
tras haber recibido duras críticas (eufemismo, a buen seguro, por bramidos
desenfrenados) por semejante osadía.
Nadie,
en cambio puso el grito en el cielo cuando Idris Elba (negro) interpretó al
aesir Heimdall (divinidad escandinava y, por lo tanto, cabe suponer que blanca)
en las películas de Thor. O cuando Rupert Everett (homosexual) interpretó a
personajes heterosexuales (que ahora no recuerdo ninguno, pero que a buen
seguro los hay). O cuando Blanca Portillo -que, hasta donde uno sabe y supone,
es una mujer- interpretó a un fraile (varón, claro) en Alatriste. O cuando,
para acabar, Morgan Freeman (negro de nuevo) interpretó a Dios (que, como todo
el mundo sabe, es un señor caucásico con una larga barba blanca y túnica) en Como
Dios y Sigo como Dios.
Vale,
en el último caso me he pasado un poco. Pero tenía que decirlo.
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