Hace
un par de semanas, en la asamblea de la federación de municipios y provincias,
se tomó la decisión de permitir contar a Hacienda con los remanentes de los
ayuntamientos. Eso que, en palabras de esa eminencia que preside el Ninisterio,
de esa Luca Pacioli rediviva, de la portacoz del desgobierno, algunos
llaman superávit.
Y
tan gracioso permiso fue concedido por un solo voto. Para más inri, el voto de calidad del presidente de la federación, el socialista Abel Caballero. Con esta
acción, según algunos, el alcalde de Vigo tiró por la borda su prestigio
de moderado y se abrazó al sanchismo. Los que dicen tal cosa
parecen obviar que en el socialismo español, y menos en el actual, no exista
tal cosa como un sector moderado, como tampoco existe un sector
crítico.
Ya
lo dijo hace casi cuatro décadas el vicetodo de Felipe González: el que
se mueve no sale en la foto. Cuando un socialista osa disentir de la línea
oficial, podrá seguir siendo socialista, pero ya no pertenecerá al PSOE; y
aunque siga perteneciendo formalmente, será orillado, ninguneado, periclitado,
ignorado y despreciado, llámese Rosa Díez o Nicolás Redondo (padre o hijo).
Y
mientras los diputados de los partidos dispuestos a rechazar el real decreto
del acuerdo con la FEMP suman mayoría absoluta y el PP anuncia mociones contra el acuerdo y contra el presidente de la federación, la Demóstenes bética dice,
toda desahogada ella, que el desgobierno no necesita el superávit de los ayuntamientos, y Sin Vocales se abre a negociar.
Claro,
que ya sabemos todos qué entiende por negociar el doctor Fraude,
y el valor que tiene su palabra.
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