martes, 4 de agosto de 2020

Reflexiones atemporales (X): Propiedades terapéuticas

En el mundo real procuro no hablar de política, ni siquiera cuando me preguntan. Ni amigos, ni familiares, ni hermanos, ni padre: hablar de política suele encabronarme, aunque el que hable conmigo esté de acuerdo con mis postulados (funcionando entonces como una especie de echar gasolina al fuego).
Sin embargo, como decía Aristóteles, el hombre es un zoon politikón, un animal político. Claro, que el estagirita empleaba el término político en el sentido de social, de ciudadano, mientras que yo, para apoyar mi necesidad de opinar de la cosa pública, traduzco la palabra griega usando su homófono español. Es decir, que el hombre no puede ser apolítico.
Pero claro, si siento la necesidad de expresarme, pero procuro no hablar con nadie, eso es como poner al fuego una olla: acumula más y más presión hasta que acaba reventando. Y no es plan, la verdad. Por eso, considero que escribir en este blog tiene esas propiedades terapéuticas que dan título a esta entrada: me permiten decir lo que pienso sin que nadie me lleve la contraria (tampoco es que me fuera a importar: como suelo decir de mí mismo, digo lo que pienso y pienso lo que digo), elaborar reflexiones -una suerte de discurso lógico, podríamos decir, o de argumentos y contra argumentos- y, llegado el caso, dar herramientas dialécticas (perdón por la presunción) a aquellos que puedan leerme.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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