Salvo
que salte la noticia cuando vaya a subir esta entrada, hoy será la última vez
que, de manera continuada, dedique una entrada diaria al tema de la Covid-19.
Han sido ciento cincuenta entradas prácticamente seguidas, que han hecho que
para mitad de año ya hubiera cubierto el cupo de una diaria para todo el año, y
que, salvo catástrofe personal o hecatombe informática, harán que bata de largo
el récord de entradas en un año para cuando llegue la próxima Nochevieja.
Y
dedico la entrada a un asunto periférico, no central, de la pandemia. Una de
las consecuencias favorables que ha traído es que las críticas al desgobierno
socialcomunista, a pesar de los esfuerzos de éste y de las fuerzas y cuerpos de
seguridad del Estado, obligados a realizar tan indigna labor, han sido cada vez
más y más altas. Y como el Palacio de La Moncloa está, lógicamente, más
vigilado y es de más difícil acceso, las concentraciones se han producido
frente a la residencia particular del otro integrante del dúo Picapiedra.
Que estaba muy a favor de los acosos a políticos cuando era él el que los
realizaba, pero algo menos cuando es quien los sufre.
Y
como ha sufrido un proceso de castificación, ha recurrido a lo que
consideraba los matones de los poderes establecidos para que
vigilen su casa, y ha seguido con su actitud matonesca frente a la ciudadanía.
Pero la ciudadanía tiene cada vez más cogida la medida a este sujeto cobarde,
ruin y miserable, y no le tiene miedo. Y si el Chepas acosó a los vecinos
de Galapagar por protestar ante su casa, ahora son esos mismos vecinos los que
se querellan contra el subvencionado de los ayatolás y los bolivarianos por
acosarles.
Por
ello, y por mucho más…
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