Fernando
Simón ha sido presentado por el desgobierno socialcomunista como un experto,
como un científico, como una eminencia, poco menos que como Hipócrates y
Esculapio en una sola persona. Sin embargo, sus actos, y sobre todo sus
palabras, inducen a pensar que Fernando Simón es un mamarracho o, cuando menos,
que el puesto de portavoz del consejo de ninistros en este asunto le
viene bastante grande.
No
es sólo que, la víspera del aquelarre feminazi, dijera que no aconsejaría a un
hijo suyo sobre ir o no ir a la manifestación. Aquello vino precedido de
afirmar que en España no habría más allá de uno o dos casos, y seguido
de una sarta de despropósitos, incoherencias y hasta embustes flagrantes
(hablar de un inexistente comité de expertos como si existiera, sabiendo
que no existe, es mentir).
Por
eso, cuando dice que la situación actual de la Covid-19 podría ser o podría no ser una segunda ola, y uno mira la gráfica del número de contagios y ve que
vamos cuesta arriba y embalados, a ese uno no le queda sino ponerse a rezar y
encomendarse a todos los santos del paraíso, porque no es que se avecine una
segunda ola: es que estamos metidos en ella de hoz y coz.
Por
ello, y por mucho más…
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