martes, 25 de agosto de 2020

Reflexiones atemporales (XIII): Los extremos son buenos… a veces

Cuando empecé con esta serie de entradas semanales, la idea era que las reflexiones no estuvieran vinculadas a la realidad inmediata. Sin embargo, la realidad es muy puñetera, y parece que se empeña en confirmar mis postulados. O eso, o padezco un caos agudo de sesgo de confirmación…
La idea era decir que es bueno que los partidos políticos no sean bloques monolíticos, sino que es bueno que en ellos haya diferentes tendencias (por aquello del in media, virtus). Igualmente, es bueno que haya partidos con una ideología digamos extremada, que evite que los partidos centrados se parezcan tanto entre sí que devengan indistinguibles (lo que algunos llaman el PPSOE).
Así, la aparición de los neocom hizo que el PSOE abandonara el centro y se escorara hacia la izquierda, para evitar que los morados les comieran demasiado el terreno. Lo que pasa es que se han pasado de frenada y en algunas cosas son, al menos de boquilla, tan extremos como aquellos que les amenazaban.
Por el otro lado, la aparición de Vox debería haber producido un efecto parecido en el PP, deteniendo la deriva hacia posiciones pseudo socialdemócratas (espacio que, aunque menguando, ocupa en principio el partido pomelo) y volviendo a conformar lo que fue en la última década del siglo XX y la primera del XXI: una especie de casa común de la derecha.
Sin embargo, hay una diferencia entre este PP y el PSOE de cualquier época: los de (teóricamente) derechos están aquejados de maricomplejinismo, y tienen un pánico cerval a ser tildados de derechistas o, lo que sería todavía peor, de fachas (no como yo, que según quién me arroje el improperio a la cara puedo llegar a considerarlo como el más encendido de los cumplidos). No en vano, ya en tiempos de Aznar se hablaba de centro reformista.
Por ello me ha encantado cuando Triple S, Rafael Hernando o Cayetana Álvarez de Toledo han actuado como portavoces parlamentarios desacomplejados y han llamado al pan pan, al vino vino, a la calientacamas calientacamas y al hijo del terrorista hijo del terrorista. Algo parecido a lo que en su tiempo fue Alfonso Guerra, al que podía respetar (porque no se escondía, ni fingía ser lo que no era) aunque no compartiera sus postulados (porque, además, mentía como un bellaco).
Centrándonos en la actualidad inmediata, que Casado haya despedido a CAT como portavoz en el Congreso -por más que parezca compensarlo con la promoción de Martínez Almeida a primera línea… ahora que el popular es popular- no puedo sino considerarlo un error de proporciones mayúsculas. No hay más que ver quiénes se han alegrado: el desgobierno socialcomunista, que espera que este cambio en la portavocía permita el entendimiento (cuando ya sabemos lo que éstos entienden por entendimiento: asentimiento mudo y sumiso a todo lo que digan); la extrema izmierda, a la que CAT atizaba día sí, día también; y, entre mis conocidos inmediatos, los pijiprogres o los de la derecha maricomplejines.
Lo dicho: Pablo, además de cavar la tumba de CAT, vete preparando la tuya…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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