Cuando los neocom se dedicaban únicamente a ser una panda de perroflautas que ocupaban plazas públicas -en general, de consistorios gobernados por el Partido Popular-, se les llenaba la boca criticando la corrupción de los políticos de toda la vida, eso que llamaban la casta.
Andando el tiempo, incluso apoyarían
una moción de censura que auparía a la Moncloa a un psicópata vanidoso e inútil
que aún sigue allí, detentando el poder. El pretexto, la interpretación torticera
de una sentencia que, aunque no dejaba demasiado bien parado ni al partido en
el poder ni al presidente del Gobierno, tampoco les condenaba como culpables
del delito.
Pero como los neocom no
dejan de ser los paleocom de toda la vida, sólo que con una capa de mercadotecnia
cibernética, era cuestión de tiempo, no que adoptaran las prácticas de sus
mayores, sino que esa práctica fuera de público conocimiento. Y como en corrupciones
y chanchullos la izquierda no es que sea perita, sino que tiene varios
doctorados, ahora sabemos que el partido del Chepas creó once tipos distintos de sobresueldos irregulares para sus dirigentes, y que la secretaria de coordinación ejecutiva firmó dos certificados para justificarlos.
¿El premio? Hacerla ninistra en sustitución de su moñudo jefe.
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