Los partidos de izquierdas suelen calificarse a sí mismos como progresistas, por contraposición a los de derechas, que serían conservadores. Por otra parte, las dos grandes formaciones surgidas a mediados de la década pasada se presentaban como adalides de la nueva política, por contraposición a los partidos de toda la vida o, en el caso de los neocom (¿habrá algo más antiguo que un comunista?), la casta.
Sin embargo, encaramados al
poder, la coyunda socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer ha
demostrado que, de progreso (salvo para ellos), nada de nada. Y mientras el juez ha citado a doce miembros del equipo electoral neocom en relación
con los trabajos de la consultora Neurona (ya sabemos dónde está la que les
falta a algunas de sus dirigentes), los juristas se muestran escandalizados por
los modos que el ninistro Pekeño pretende instaurar entre las fuerzas
del orden, entrando en las fiestas ilegales durante el estado de alarma por el
expediente de la patada en la puerta, haciendo que el ministro Corcuera parazca
un prodigio de cortesía versallesca y recordando los modos de la KGB (o, añado
yo, sabiendo que les fastidiaría mucho más, de la Gestapo).
Por otra parte, se ha denunciado a la directora general de la Benemérita por un delito de prevaricación, al
cursar amenazas en relación con la sentencia del coronel Pérez de los Cobos. Al
menos, ésta todavía no ha saqueado los fondos destinados a los huérfanos del
cuerpo, como hiciera su lejano predecesor… de momento y que se sepa.
Para remate, algunos dicen que el ninistro Pekeño no ha sabido estar a la altura de sí mismo y que el poder lo ha degradado hasta ser irreconocible. Sin embargo, estoy más de acuerdo con lo que dicen otras: que su indignidad no empezó con el cese de Pérez de los Cobos.
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