En general, procuro no mentir. No sólo porque, como dice uno de los personajes de Centennial, profese un respeto sacrosanto a la verdad (que también, en cierta medida), sino porque mentir es complicado. No mentir por mentir, soltar una mentira es sencillo; pero la mentira debe ser verosímil -lo cual ya requiere de un cierto trabajo-, y además suele requerir una aportación casi inagotable de embustes sucesivos para apuntalar la mentira inicial (lo cual, además de ser laborioso, requiere también inteligencia para mantener la coherencia). Por ello, opto por decir la verdad y nada más que la verdad… aunque no siempre es necesario decir toda la verdad.
Los miembros del desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer no son ni inteligentes ni
trabajadores. Más bien son todo lo contrario: una panda de holgazanes sin
oficio ni beneficio que no logran reunir entre todos ni media neurona. Por ello,
y por ser políticos (y de izquierdas, además), mienten más que hablan. Pero es
que mienten muy mal, y ni siquiera son coherentes al hacerlo.
Y si con el Delcygate emitieron
cerca de una docena de versiones sobre lo sucedido, contradictorias entre sí
-por lo que como mucho una sería cierta, y hasta eso hay que dudarlo-, con el
rescate a la aerolínea Plus Ultra (de nuevo el régimen ladrón y asesino
de Venezuela) ya llevan tres: el informe que emitieron para el rescate, y las dos contradicciones en que han incurrido al intentar explicarlo.
Duros contra pesetas a que las
tres son más falsas que un euro de corcho... y a que no serán las últimas.
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