No recuerdo quién dijo, o a quién se le atribuye apócrifamente, la frase -vieja de décadas, probablemente poco después de la Segunda Guerra Mundial- de que, en el futuro los fascistas se llamarán a sí mismos antifascistas. Pero tenía razón.
Dejemos aparte el hecho de que Mussolini era socialista, y que el tetragrama nazi no es sino el comienzo de nacionalsocialista. Pero los comportamientos teóricamente fascistas -básicamente, la violencia contra los adversarios políticos, concebidos en términos de enemistad- provienen en la actualidad de la izquierda.
Es la izquierda la que cercó las sedes del PP en las luctuosas jornadas de Marzo de 2.004, mientras un miserable embustero que hoy es pasto de los gusanos decía aquello de que los españoles no nos merecemos un gobierno que nos mienta.
Es la izquierda -terrorista, además- la que ataca a la guardia civil en Vascongadas.
Es la izquierda secesionista y supremacista (supremacista… ¿de
qué? ¿Tú te has mirado al espejo, Chistorra?), la que monta disturbios
cada vez que la sociedad catalana demuestra que no está por seguir sus
postulados.
Y es la izquierda comunista, bolivariana, financiada por la teocracia homófoba y machista de los ayatolás, la que alienta las agresiones a los candidatos de Vox cuando estos dan un mitin.
Es la izquierda miserable, rencorosa y embustera -la maligna trinidad del mamarracho
alfalfa, el becario ubicuo y el saco de mierda con forma vagamente humana-
la que aplaude a los agresores e insulta a los agredidos.
Y cuando los agredidos señalan lo evidente -que les han atacado a adoquinazos- y a quienes consideran responsables
por omisión -cuando no por complicidad-, nos enteramos de que la tercera autoridad
del Estado consideró que los agredidos estaban suficientemente protegidos
y que el ninistro Pekeño no contestó su llamada.
Miembro del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer al que, por otra parte, el principal sindicato de la policía estudia denunciar en relación con lo sucedido.
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