Es posible -sólo posible, pero bastante poco probable (y aquí estoy siendo bastante malpensado)- que las concesiones que el psicópata de la Moncloa le está haciendo a los enemigos internos de España -secesionistas todos, golpistas unos y terroristas otros- para poder detentar un día más el poder las haga por esa única y exclusiva razón. Es posible.
Pero es poco probable. Demuestra tan poca
renuencia a hacerlas, tan poco sufrimiento al concederlas, que estoy bastante
convencido de que las haría incluso aunque su vida (política) no dependiera de
ellos.
Porque es ofensa sobre ofensa, afrenta sobre
afrenta, dádiva sobre dádiva, dejando el tejido patrio reducido cada vez más a
jirones cada vez más pequeños. La penúltima, regalar a Navarra -donde
los de la mano y el capullo gobiernan gracias a los del hacha y la serpiente, y
en la capital regional éstos gracias a aquéllos- la titularidad del tramo
navarro de la autopista que una a la comunidad foral con Aragón (por lógica, lo
que afecta a más de una comunidad autónoma no debe corresponder a ninguna de
ellas, ni siquiera a todas las afectadas, sino a todo el país), así como la
gestión en materia de becas e investigación desarrollo e innovación.
Lo peor no es todo el mal que está haciendo al país. Lo peor es que repararlo, si se consigue, llevará generaciones.
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