La izquierda se preocupa por la gente, por los humildes, por los desfavorecidos. La derecha se ocupa de los ricos, los poderosos, las élites, los empresarios.
Así es según la dicotomía pergeñada por la
propia izquierda. Como todas las generalizaciones, es falsa (incluida la de que
todas las generalizaciones son falsas, porque es una generalización y es correcta,
lo que la convierte en falsa… la típica paradoja dialéctica, que resulta que
enunció Mark Twain) porque, llegados al poder -por las buenas o por las malas-,
los izquierdistas tienden a olvidarse de los demás y a pensar sólo en su propio
interés (lo cual los hace, al menos en ese aspecto, tan humanos como al que
más).
Y ahora resulta que el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer estaría estudiando la
eliminación de los tipos reducidos del IVA, con lo que los bienes afectados
-que, no lo olvidemos, son los considerados como de primera necesidad- pasarían
a tributar al tipo ordinario del veintiuno por ciento.
Esta medida, por tanto, afectaría a todo el
mundo, de Amancio Ortega -por citar al español teóricamente más rico- al último
mono muerto de hambre. Pero, claro está, supondría un mayor impacto en la
economía de aquellos que menos ganan.
¿Y con qué objeto? Con el de aumentar la recaudación,
claro. Que si la destinaran a fines razonables todavía tendría un pase; pero
visto como despilfarran el dinero estos tuercebotas, mucho me temo que no
redundaría en un mayor gasto verdaderamente social.
Eso sí, ya me imagino las excusas: es una recomendación de Europa (de la OCDE, en concreto), y es por nuestro bien.
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