De acuerdo con el ordenamiento jurídico español, la cúspide del sistema jurisdiccional la constituye el Tribunal Supremo. El Tribunal Constitucional, a pesar de su nombre, no pertenece al poder judicial.
Sin embargo, la costumbre ha ido convirtiendo al Constitucional en una
especia de “superior del Supremo”: cuando alguien obtenía una sentencia
desfavorable en el Tribunal Supremo, casi por costumbre recurría en amparo al
Tribunal Constitucional, alegando que se había vulnerado alguno de sus
derechos.
Esto, con ser malo, no es lo peor. Lo peor sucedió casi desde el
principio, cuando desde el gobierno socialista -presidido y vicepresidido por
esos a quienes sus sucesores y la distancia temporal han dado talla de
estadistas- se politizó el Tribunal Constitucional, lo que lo convirtió, en
manos de la izquierda -la derecha siempre ha sido más timorata para esas cosas-
en otra herramienta de poder.
Y ahora, con un psicópata en la presidencia del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, y un sujeto sin escrúpulos en la del Tribunal Prostitucional, éste se ha convertido en un ariete contra el Tribunal Supremo (que es como decir contra el poder judicial entero) y un guardián de los deseos de Moncloa, tenta que ver con el terrorismo de ETA, con los golpistas catalanes o con la corrupción institucionalizada de los de la mano y el capullo en Andalucía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario