Cualquier persona mínimamente inteligente, con algo de información y que no esté lastrada por anteojeras ecológicas sabe dos cosas: que las llamadas energías renovable son, hoy por hoy, ineficientes y completamente incapaces de suministrar la energía que requiere el mundo moderno; y que, de las energías actuales, la nuclear es la más eficiente y la menos contaminante.
A quienes me digan que las centrales
nucleares suponen un riesgo, les diré que en los setenta años transcurridos
desde la entrada en funcionamiento de la primera central nuclear, sólo se han producido
tres accidentes graves (según Ecologistas en acción, habrían sido más de
treinta accidentes graves y miles de incidentes): por este orden, Three Mile Island, Chernobil y
Fukushima. Y teniendo en cuenta que la tercera se debió a un maremoto y la
segunda a una negligencia criminal, podemos reducir la cosa a sólo uno.
Por eso, a pesar del aplastante martilleo de los ecologistas sandías, sube el apoyo social a la energía nuclear, incluso en España, donde la gente que está a favor de prolongar la vida útil de las centrales nucleares se aproxima al cincuenta por ciento. Y entre ese uno de cada dos se encuentra, mira tú por donde, Nadie Peludiño, que ahora que ha abandonado el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer aboga por la energía atómica.
O mentía entonces, o miente ahora.
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