Los enemigos internos de España -socialistas, comunistas, terroristas y separatistas- odian con todas las fibras de su ser a la Guardia Civil. No sólo por lo que suponen de defensa de lo más sagrado que tenemos -la ley, el orden, la jefatura del Estado y el propio Estado, conforme recoge el himno de la Benemérita en orden inverso al que acabo de mencionar-, sino porque tiene como principal divisa algo de lo que dichos enemigos carecen: el honor.
Por eso, no es de extrañar que el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer haya hecho causa común con
los separatistas de toda laya y se dedique a agraviar, menoscabar y hacer de
menos al instituto armado.
Y no ocurre sólo en Vascongadas, Navarra y
Cataluña, de donde se les retira o donde se les suprimen competencias. Según denuncia
la asociación profesional mayoritaria del cuerpo, falta personal para cubrir todas
las dependencias que ahora corren a cargo de los guardias civiles, lo que
supone un paulatino abandono de la seguridad en el mundo rural; en esa España
vaciada por la que tanto dicen preocuparse los de la mano y el capullo o
los cocuquistas.
Tanto da que el director general del cuerpo -al fin y al cabo, un mandado del ninistro Pequeño- asegure compartir y comprender la preocupación y diga que se va a promover una ampliación de la plantilla. También dice que continuarán en Cataluña y Navarra, y ya sabemos lo que el psicópata ha pactado con los partidos que sustentan los respectivos consejos regionales de gobierno.
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