Que la catadura intelectual de los políticos del partido de la mano y el capullo ha decaído enorme y progresivamente en el último medio siglo es algo que nadie puede negar. Entiéndase, no es que al comienzo de la Transición los dirigentes fueran nada fuera de lo común, pero al menos se habían formado en el sistema educativo del franquismo.
Conforme iban pasando a primera línea personajes educados (es un decir)
bajo la égida de los sucesivos engendros legislativos socialistas sobre la
materia, su oratoria decaía, tanto en el fondo como en la forma. Es decir, que
cada vez hablan peor y dicen más tonterías.
Uno de los últimos ejemplos lo hemos tenido en la tramitación de las
enmiendas a la ley de amnistía de los golpistas catalanes. Los suciolistos
decidieron ignorar los informes de los juristas y aprobaron sus enmiendas a la norma con el voto de los jotaporcatos, ya que sólo aceptarían, dijeron, cambios
infratécnicos.
Para infratécnicos, ellos.
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