Lo malo de la jerga giliprogre es que carece hasta tal punto de un apoyo racional que, incluso cuando la frase es sencilla, uno tiende a buscar sentidos ocultos hasta conseguir volverse loco y no llegar a ninguna conclusión cuerda.
Tomemos una de las últimas afirmaciones de la
titular de Mortandad, MoMiMeMa, que pedía a los médicos que prescriban
inhaladores sostenibles. Y claro, aquí empieza el problema: ¿qué ha querido
decir exactamente al añadir la palabrita talismán a la recomendación? Cabría
pensar que busca que los inhaladores recetados se hayan fabricado con criterios
ecológicos, no contaminantes, respetuosos con el medio ambiente… en fin, toda
esa farfolla izquierdosa.
Pero, ¿cómo va a saber el facultativo que el
inhalador A es sostenible, mientras que el B no lo es? ¿Habrá que incluir
en el prospecto del dispositivo una historia de cuál ha sido su proceso de
elaboración? ¿El médico deberá leérselo antes? ¿O se creará una agencia (chiringuito
al canto, algo que le encanta a la izmierda) que certifique la sostenibilidad
o insostenibilidad de los inhaladores?
Por otra parte, quien usa un inhalador es
alguien que tiene problemas respiratorios. Eso quiere decir que el oxígeno
llega con dificultad a sus células, por lo que tendrá menos energías y podrá
hacer menos esfuerzos. La sostenibilidad del inhalador puede ser
entonces algo tan simple como que sea ligero, diríase que hecho todo él de
algodón, como cierto jumento literario.
Sí, ya sé, parece una tontería, pero con esta gente nunca se sabe…
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