Hubo una época en que pensé -en cierto modo, aún lo creo… a veces- que Vox, como los neocom -los extremos políticos- eran un mal necesario para evitar que los partidos políticos con posibilidades reales de gobernar se centraran demasiado y devinieran, en el fondo indistinguibles.
Confieso que, en alguna ocasión -nunca
próxima a unos comicios, y nunca en el ámbito nacional- me planteé la
posibilidad de votar a Vox, por tener gente respetable en sus listas y porque
más de uno de sus postulados se correspondía con los míos.
Eso fue antes de que empezara a expulsar -o a
provocar la marcha- de gente como Macarena Olona o Espinosa de los Monteros,
gente sin complejos que les decía a la izquierda las verdades a la cara… y así
se ponía la izquierda.
Pero Vox ha emprendido una deriva que no se
sabe exactamente a qué se debe, y que lleva a dislates como que el líder
nacional del partido culpe a PP y PSOE de la invasión de Ucrania por Rusia,
porque dieron a Putin los medios para hacer la guerra y negaron a las
naciones europeas los medios para disuadirle.
Lo cual no deja de ser cierto, pero es llevar las cosas un poco lejos, sobre todo teniendo en cuenta la irrelevancia internacional de España.
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