Las obras artísticas son como son, y parte de ese como son deriva del contexto en que fueron creadas. Considerarlas al margen de ese contexto suele conducir al desastre.
Tomemos el caso de la serie Los anillos
del poder, que recoge los sucesos del final de la Segunda Edad de la Tierra
Media. En lugar de atenerse a lo narrado por John Ronald Reuel Tolkien, los guionistas
han decidido tomarse licencias para hacerla más políticamente correcta
(de acuerdo con los estándares actuales, claro): han hecho a Galadriel una elfa
de armas tomar (literalmente), se han sacado de la manga hobbits -¡o elfos!- negros,
han dado protagonismo a enanas mujeres… Por muchos medios que le pongan, las
críticas les han caído como la lluvia en España este mes de Marzo (a raudales),
y es dudoso que el pastizal invertido haya salido rentable.
Y ahora nos hemos enterado de que los Broccoli han cedido el control de la saga de James Bond a Amazon. Sí, exacto, a los mismos responsables de haber destrozado el legendarium tolkieniano.
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