No sé si llamarlo refrán, pero dice un dicho español que si quieres conocer a Fulanito, dale un carguito. En realidad, no hace falta siquiera darle un cargo: con que Fulanito sea medio conocido o se crea medio importante, enseguida le saldrá el ramalazo de no sabe quién soy yo o no sabe con quién está hablando.
Y esto pasa sobre todo con los políticos que,
salvo honrosas excepciones, acostumbran a creerse los reyes del mambo, a tener
derecho a todo y no tener deber de nada y, en general, a considerarse por
encima de la Ley.
Por eso viene bien recordarles de vez en
cuando que en un Estado de Derecho -y España, al menos formalmente y sobre el
papel, lo es-, nadie, absolutamente nadie, está al margen del ordenamiento
jurídico. Más aún cuando ese alguien pretende retorcer las normas a su autocrática
conveniencia.
Que el psicópata de la Moncloa acudiera o no
-no lo hizo, por lo que recuerdo- a la citación en un juzgado de Madrid por
llamar delincuente confeso a la pareja de la presidente de la Comunidad
de Madrid es lo de menos. Lo importante es que le citaron, que seguro que le
sentó como un puntapié en los cataplines.
Esperemos que sea el primero de muchos.
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