Tomo como base el que los políticos socialistas españoles son, simultáneamente, malvados y tontos, entendiendo este último término como opuesto a inteligente, no a listo (lo malo es que si en internet buscas los antónimos de los dos últimos términos, te sale en ambos tonto). Es decir, podrán ser vivales -no necesariamente: Francisco Nadie es bobo sin paliativos-, pero no verdaderamente inteligentes; tácticos, pero no realmente estratégicos. La duda residía en cuál de los dos rasgos preponderaba en un caso concreto.
Con el advenimiento del psicópata de la
Moncloa, a esta disyuntiva se ha unido otra: los miembros de su gabinete son,
tanto más cuanto más avanza el tiempo (había alguno salvable al principio, pero
han ido desapareciendo) seres viles, abyectos, amorales, pero… ¿eran así y por
eso los eligió, o los eligió y se volvieron así?
Y entre ellos, pocos casos más paradigmáticos
que el del ninistro Pequeño, antaño juez azote de terroristas y ahora fiel
chucho de su amo, que tan pronto hace favores a los asesinos de la banda vasca
de ultraizquierda como contemporiza con el tráfico de estupefacientes y prohíbe
al personal a sus órdenes asistir a tales o cuales actos, de uniforme o de
paisano.
Menos mal que ese personal tiene más principios que él, y haciendo honor a su lema acudió al homenaje a los dosagentes asesinados por los narcotraficantes en Barbate. Y de uniforme.
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