Los miembros del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer disfrutan de cierta viveza mental -lo que en Los lobos de Wyoming definen como el instinto de un chacal (o de un coyote, según las traducciones)- que les permite detectar las debilidades del rival e intentar aprovecharse de ellas.
Sin embargo, hasta un reloj estropeado da la
hora correcta dos veces al día (evidentemente, tiene que tratarse de un reloj
de manecillas, no de uno digital). Así, hasta una zote como quien fuera portacoz
del ejecutivo, Petisú Montero, puede sorprendernos pillando las
cosas a la primera.
Por eso, cuando en la reunión del Consejo de
Política Fiscal y Financiera en la que iba a probarse el traspaso de la deuda
regional para favorecer a Cataluña, los representantes de las comunidades
autónomas en las que gobierna el Partido Popular (es decir, la mayoría) se levantaron y se marcharon de la reunión, el enfado de la vicepresidente primera
fue de órdago, e hizo el diagnóstico correcto: se trataba de un boicot.
Aunque lo más probable es que no sepa ni cómo se escribe la palabra, ni cuál es su origen.
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