En la mitología griega, Midas era un rey de Frigia al que un dios -las fuentes difieren- le concedió el deseo de convertir en oro todo lo que tocara. Para su desgracia, todo quiere decir todo, y así convirtió en oro cualquier alimento que tocaba y hasta a su hija cuando la abrazó. El desdichado monarca acabó muriendo de hambre.
Este mito quizá sea una alegoría de las
desgracias que acarrea la ambición desmedida. Ambición y soberbia de las que va
sobrado el psicópata de la Moncloa, que no tiene empacho en erigirse en mesías
de los socialistas y pedir que difundan su palabra por tierra, mar y aire.
Aunque, después de todo, no es una mala idea: cuanto más se le conozca, menos
confianza se le tendrá.
Aunque habrá quienes le voten -alguno conozco- con tal de que no gobierne la derecha.
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