El partido de la mano y el capullo, originariamente del yunque y el tintero, nunca ha sido un partido verdaderamente democrático. No en su funcionamiento interno -a pesar del precepto constitucional, casi ningún partido español lo es en cuanto alcanza una cierta dimensión-, sino en sus convicciones, en su modelo de sociedad. Es lo que ocurre con los partidos marxistas, que son liberticidas.
Ha habido épocas en que lo han disimulado más
o menos; básicamente, el último cuarto del pasado siglo. Pero con la llegada de
zETAp a la secretaría general de la formación, se recuperaron los peores modos
y maneras, desde la traición a los aliados hasta las simpatías por los enemigos
de Occidente en cuanto constructo judeo-cristiano-romano.
Como digo siempre, el psicópata de la Moncloa
no supone una novedad en la historia más que centenaria del partido fundado por
Paulino Iglesias, salvo en la intensidad: lo que él hace ya lo han hecho antes;
él sólo lo hace más y peor.
Por eso, que el PSOE rechazara la moción presentada por el Partido Popular en el Senado en defensa de la soberanía ucraniana
-es decir, que se opusiera a condenar la invasión rusa de Ucrania- sólo puede
sorprender a los necios o a los ignorantes.
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