Una cosa que hay que reconocerle a los neocom es su capacidad de reinventar continuamente sus postulados.
Cuando únicamente aspiraban a tomar los cielos por asalto, juraban y perjuraban que si alguno de sus cargos se veía implicado -algo hipotético, irrealizable, imposible ontológicamente porque los izquierdistas son seres puros incapaces genéticamente de hacer algo reprobable- en cualquier delito, dimitirían.
Luego, cuando empezaron a tocar poder, y a verse implicados en escándalos de tipo legal, lo cambiaron por que sólo abandonarían el cargo cuando estuvieran siendo investigados.
Cuando empezaron a investigarles, retrasaron el hecho hasta ser imputados.
Cuando les imputaron, lo pospusieron hasta ser condenados.
Cuando les condenaron, un nuevo retraso les llevó a afirmar que la sentencia tenía que ser firme.
Y si la sentencia
adquiría firmeza, no había problema, porque se trataba del fruto de una
justicia fascista con resabios franquistas, además de machista y
heteropatriarcal.
Con Pesetero no ha habido que llegar a tanto: los morados le mantienen como militante porque las denunciantes todavía no han decidido seguir con el proceso.
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